En homenaje a azeuxianos todos y los dos jienenses del podium clásico (por aquello del sabor andaluz de la charanga) y, por supuesto, dedicada a atrileros y a todos los premiados:
Bravo por los Atriles, son unos tíos con mucha clase,
que hicieron de Madriles Encuentros en la tercera fase.
Las bolsas zurriagaban, escuché, con especial contento
y pa los más listillos había jugosos emolumentos.
El Barrio de las letras se engalanó con mil comodines
y con cuadros de bonus coloreando los adoquines.
El comando Sevilla nos enseñó que ser Azeuxis
es nacer talentoso pa duplicar sin ser galicursi.
Y tras la borrachera de dos completas made in dupmás
el sábado empezó con el peaso pito de MasterJoan.
Vicenta era El Padrino y el tóterreno de SúperLópez
iba, pluriempleado, de arriba abajo con su pitote,
Meyerhans era un árbitro (yo pensaba que era un torneo)
y corremeseaba con gracia la chamaca de Diego,
Alvar, también de “corre”, tanto corría, tanto corría
que monitoreó en Madrid saliendo de Cracovía.
Y presidía la sala el cartelazo de maese Rei
que yo pa mí que era una adaptación del de Dorian Gray.
Allá van los modestos con la revolución por bandera,
me pareció que alguno llevaba espuelas y cartucheras,
dicen que fue que era que con plazas de mundial en juego
más de uno y más de cuatro dijeron “de lidiar nos es uebos”.
Y así con ese baile ara paquí ara me voy pallí
el Persal era como el puesto de entrenador del Madrí.
Andaba vigilante todo un presidente de la FISE,
como hacía David Hasselhoff en la playa con las gachises;
digo yo que sería que el torneíllo era importante
(¿saldría en la ceremonia de despedida el Bustamante?) .
El caso es que la cosa oculta en el saco tenía bemol,
diría que se paró el mundo más allá de la Puerta el Sol.
Llegado ya el domingo, esos bostezos y esas ojeras
eran muestra palpable que había seguido la borrachera,
que si sobre el tablero se agarra con léxico prurito,
en la noche castiza se coge con amistad y chupitos.
Sea como fuere allí se plantaban cuatro con gran opción:
Valencia, Sant Andreu, Bilbao y los montes de León.
Dicen que los finales tan hitchcockianos son los mejores
(yo ya casi creí ver a Norman Bates con vestío de flores);
no hubo sangre o cuchillos, ni ducha o madre resucitá,
pero lo que si hubo fue mucha guerra y mucha guantá.
Dicen que un chavalito desde Colombia se trajo cumbia,
el Diego David Brand no veas cómo va (pónganle una multa)
y aunque mi wonderboy del Guadalquivir nos diera el Tuautém
el Príncipe del Kojack, qué pico de oro, ¡sí que habla bien!
Y lo que se veía ya de venir acabó ocurriendo,
tó presi que se tercie alguna vez se lleva un trofeo,
este muchacho vale igual pa un roto que un descosío,
pero, aunque lo intentamos, no echó ni lágrimas ni jipíos;
¡jo!, si además de ser hombre orquesta, el tío no duerme ná
yo le pondría gayumbos por fuera y capa a lo Supermán.
Y a los de los Atriles pal dos mil once pedimos más.
¡Tra-ca-tran!
miércoles, 2 de junio de 2010
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